En este Año Jubilar, el papa Francisco ha querido que se recuperen las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Es por ello que a lo largo de los números de este año 2025 iremos exponiendo los principales postulados teológico-litúrgicos de la Constitución conciliar sobre la sagrada liturgia Sacrosanctum Concilium. Y que así el lector pueda adentrarse en la esencia celebrativa de la Iglesia.
Comenzaremos explicando por qué la liturgia se define como el ejercicio del sacerdocio de Cristo (cf. Sacrosanctum Concilium 7).
Para poder entender esta afirmación, es necesario entender qué es un sacerdote: Un sacerdote es un mediador entre Dios y los hombres, quien establece un puente entre ambos, también llamado pontífice, esto es, hacedor de puentes (de su etimología latina: pontes facere).
En el Nuevo Testamento, Cristo es denominado mediador o sumo sacerdote de la nueva alianza, pontífice de la relación humano-divina.
Como sabemos un puente es una estructura que permite pasar de un sitio a otro, sirviendo de unión de ambos. De modo que todo puente necesita tocar plenamente ambas orillas para ejercer bien su función. Teniendo en consideración esto, podemos designar a Jesucristo el «pontífice» que crea la unión entre Dios y los hombres. Con ese mismo sentido podríamos emplear los términos «sacerdote» y «mediador». Jesucristo es el único y definitivo sacerdote porque realiza la unión perfecta entre Dios y los hombres, al pertenecer a ambas orillas, ya que es verdadero Dios y verdadero hombre, como profesa la Iglesia en su Credo.
Esta permanente mediación de Jesucristo queda reflejada en la liturgia donde continuamente escuchamos: «Por Jesucristo, nuestro Señor»; «Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo…»; «Por Cristo, con él y en él…», etc.
La conexión entre ambas orillas, la de Dios y la nuestra, establece una comunicación en ambas direcciones, encontramos una dimensión descendente y otra ascendente.
En primer lugar, a través del sacerdocio de Jesucristo nos alcanza la vida divina (o dicho de otro modo: Dios nos ofrece su gracia o la salvación). Se trata de la dimensión descendente de la mediación de Jesucristo en la liturgia.
Y gracias al sacerdocio de Cristo, podemos ofrecer nuestro culto a Dios. Es la dimensión ascendente del sacerdocio de Jesucristo ejercido en la liturgia.