Mejorar las celebraciones y profundizar su significado.
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Sinopsis
Escritos que desde el año 1991 hasta el 2008 inclusive, han ido apareciendo en el calendario del Año Litúrgico.
En estos escritos se descubren dos cosas del autor y que revelan su profunda espiritualidad: aparece el amor fiel a la Iglesia, hasta en las cosas más pequeñas. Y, en quien ha escrito todas estas notas, aparece también una vivencia espiritual muy intensa de la celebración de la Eucaristía. No solo son afirmaciones de una persona sabia y entendida en Liturgia; son expresiones también de un presbítero para quien la celebración de la Eucaristía y de los otros sacramentos, son vida de su vida.
Consideraciones
En estos escritos aparece el asombro y hasta el fervor ante las maravillas que se celebran en la Liturgia. Como pedía el Papa Juan Pablo II: «Este asombro ha de inundar siempre a la Iglesia, reunida en la celebración eucarística. Pero de modo especial al ministro de la Eucaristía» (Ecclesia de Eucharistia 5 b).
El papa Benedicto, por su parte, decía también a los obispos de Brasil, el viernes 11 de mayo de 2007: «Es necesaria una aplicación más correcta de los principios indicados por el Concilio Vaticano IL, incluyendo las disposiciones contenidas en el Directorio para los Obispos (145-151), con el propósito de devolver a la Liturgia su carácter sagrado». Este pensamiento del Papa aparece como inundando y penetrando cada uno de los puntos que el autor trata.
El amor a la Iglesia y la celebración de la Liturgia de la Iglesia, llevan al P. Farnés, a dejar de lado sus opiniones y su sabiduría y a vivir y hacer vivir lo que escribía Juan Pablo II y hace suyo el Papa Benedicto hablando a los obispos de Brasil: “La Liturgia nunca es propiedad privada de alguien, ni del celebrante, ni de la comunidad en que se celebran los Ministerios. El sacerdote que celebra fielmente la Misa según las normas litúrgicas y la comunidad que se adecua a ellas, demuestran de manera silenciosa pero elocuente su amor por la Iglesia” (Ecclesia de Eucharistia 52 b).
Y añadía el Papa Benedicto a los obispos: “Redescubrir y valorar la obediencia a las normas litúrgicas por parte de los Obispos, como «moderadores de la vida litúrgica de la Iglesia», significa dar testimonio de la misma Iglesia, una y universal, que preside en la caridad”.
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