La respuesta parece obvia. Claro que la liturgia es oración. En las celebraciones continuamente se escucha la invitación «oremos» y se produce un encuentro entre Dios y su pueblo, una interrelación mutua en clave orante. Incluso el Concilio definió la Liturgia de las Horas como la voz de la esposa -la Iglesia- a su esposo -Cristo- (cf. SC 84). Así cuando A.-G. Martimort con su equipo preparó una Introducción a la liturgia, la tituló La Iglesia en oración (L’Église en prière).
Sin embargo, esto que a simple vista parece evidente, en la práctica eclesial no está tan claro. ¿En cuántas ocasiones encontramos feligreses que se van un rato antes de la misa a rezar o se quedan terminada la celebración, como si no hubieran rezado durante la acción litúrgica? O ¿acaso no hay comunidades religiosas o sacerdotes que rezan el oficio divino como una ‘obligación’ más que como un tiempo de oración, buscando después cada uno de éstos otros espacios de oración, digamos ‘personal’? Tengamos presente que la oración de la Iglesia es oración comunitaria: la Iglesia reza como pueblo de Dios reunido en asamblea. Y entre estas formas de oración comunitaria la liturgia es la ‘oración oficial’ de la Iglesia. Pero como «la participación en la sagrada liturgia no abarca toda la vida espiritual» (SC 12) hay otras formas de oración tanto comunitaria como personal. Pero que quedan situadas en las prácticas o ejercicios piadosos que complementan a la liturgia, teniendo siempre presente que «la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos» (SC 13).
El papa Francisco ha querido dedicar a la oración este año 2024 como preparación al Jubileo 2025. Ya la Carta del 11 de febrero de 2022, dirigida a Rino Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, para encargarle el Jubileo 2025 escribió: «Me alegra pensar que el año 2024, que precede al acontecimiento del Jubileo, pueda dedicarse a una gran “sinfonía” de oración; ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo». Así, en preparación para el Jubileo, las diócesis fueron invitadas a promover la centralidad de la oración individual y comunitaria.
Ahora bien, quienes afirmamos con los padres conciliares que «la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10) esperábamos un mayor protagonismo de la liturgia, en cuanto oración, que revelara su preeminencia y su centralidad en la vida de la Iglesia. Pues no olvidemos que «toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia» (SC 7).
No obstante, a veces parece que solo los liturgistas nos creemos estas afirmaciones del Concilio…