También hoy de manera sinfónica todas las santas Iglesias de Oriente y de Occidente celebran al Señor glorificado en el Espíritu Santo para gloria del Padre en la solemnidad de la Asunción gloriosa de la siempre Bienaventurada Virgen María.
Esta fiesta antiquísima procede de Jerusalén y recibe varios nombres, ya sea «kóimêsis», dormición, o «análêmpsis», asunción.
En sustancia celebran el mismo misterio: la glorificación de la Virgen María como esperanza de la glorificación de toda la Iglesia en Cristo.
María fue asimilada total y para siempre a la glorificación del Señor Resucitado: «Por Cristo todos volverán a la vida, cada uno en su puesto» (1Co 15, 22- 23).
La que concibió el Verbo de Dios por obra del Espíritu Santo, ha sido asunta a la gloria del Hijo en el Espíritu Santo en su condición maternal y virginal: cuerpo y alma.
Realmente es una fiesta «maior».
La celebración de los santos Misterios y de la Liturgia de las Horas ofrece un riquísimo tesoro litúrgico, de una extraordinaria profundidad.
Celebramos con gozo la Asunción de la Bienaventurada Virgen María.
Nos complace transcribir el n. 69 de la constitución dogmática «Lumen Gentium»:
«Es motivo de gran gozo y consuelo para este santo Concilio el que también entre los hermanos separados no falten quienes tributan el debido honor a la Madre del Señor y Salvador, especialmente entre los orientales, que concurren con impulso ferviente y ánimo devoto al culto de la siempre Virgen Madre de Dios. Ofrezcan todos los fieles súplicas apremiantes a la Madre de Dios y Madre de los hombres para que ella, que ayudó con sus oraciones a la Iglesia naciente, también ahora, ensalzada en el cielo por encima de todos los ángeles y bienaventurados, interceda en la comunión de todos los santos ante su Hijo, hasta que todas las familias de los pueblos, tanto los que se honran con el título de cristianos como los que aún desconocen a su Salvador, lleguen a reunirse felizmente, en paz y concordia, en un solo pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e indivisible Trinidad»
De la mistagogia de los Padres
«Hoy, la Virgen María, sube gloriosa al cielo. Colma completamente el gozo de los ángeles y de los santos. En efecto, es ella quien, con la simple palabra de salutación, hizo exultar al niño todavía encerrado en el seno materno (Lc 1,41). ¡Cuál ha debido de ser la exultación de los ángeles y de los santos cuando han podido escuchar su voz, ver su rostro, y gozar de su bendita presencia! ¡Y para nosotros, amados hermanos, qué fiesta en su gloriosa Asunción, qué causa de alegría y qué fuente de gozo el día de hoy! La presencia de María ilumina el mundo entero tal como el cielo resplandece por la irradiación esplendorosa de la santísima Virgen. Es, pues, con todo derecho, que en los cielos resuena la acción de gracias y la alabanza».
San Bernardo, Sermón 1 sobre la Asunción